sábado, 12 de septiembre de 2015

La ciudad antigua

La ciudad antigua

Para hablar de la historia de las ciudades se requieren demasiadas páginas. No es una labor que pueda ser emprendida por un solo hombre, ya que resultaría una labor agotadora; sin embargo, se pueden realizar investigaciones que, en la medida de lo posible, permitan acercarse y develar las maravillas que encierran estas piedras vivas.

Bajo esta tónica, es preciso aclarar que desarrollar una “Historia de las ciudades” resultaría bastante arriesgado y egoísta, puesto que se tendría que realizar una gran revisión histórica, la cual nos remontaría a los primeros asentamientos humanos de las antiguas comunidades agrícolas, esto significaría remontarnos hasta el 13000 a.C. Por tal motivo, el recorrido que realizaré en la presente investigación, inicia en lo que algunos autores denominan como la ciudad antigua.

Las ciudades, como ya lo he dicho previamente, tienen su antecedente en los establecimientos permanentes de las primeras comunidades agrícolas. La ciudad y la aldea son similares en cuanto a la aglomeración de casas, organización económica y otros factores cualitativos; sin embargo, las diferencias radican en el nivel de organización del núcleo social, el nivel de desarrollo de la infraestructura, en donde lo perecedero es sustituido por lo permanente; el grado de interacción con el entorno natural, el cual poco a poco se va transformando, y finalmente la mayor diferencia será la presencia de una muralla. El surgimiento de estos asentamientos guarda una profunda relación con el paso evolutivo del hombre nómada en marcha permanente sobre la Tierra, al hombre sedentario; proceso que se establece pasada ya la Cuarta era glaciar, que tuvo su fin hacia el año 8000 a.C.


Las primeras civilizaciones de las que surgen las primeras formas maduras de ciudades, tienen como fondo los valles de los grandes ríos: Tigris, Éufrates, Nilo y el Indo. De entre estas primeras civilizaciones, Mesopotamia es sin duda la cuna de las civilizaciones urbanas, y sus orígenes datan del 4000 al 7000 a.C. Sin embargo, pese a su grandeza e importancia, es poco lo que conocemos de estas culturas en materia de los vestigios de sus ciudades, pues lo único que permanece hasta nuestros días, son los monumentos religiosos, sepulcrales y los palacios de algunos gobernantes. Pero aún cuando pareciera que de estas piedras inertes no se pueda extraer nada, para los fines de esta investigación estas ruinas lo significan todo y son nuestro punto de partida.

Estas primeras ciudades no nacieron espontáneamente, y son el resultado de la evolución humana, del desarrollo y construcción de alternativas de asentamiento, y partiendo del modo de organización eminentemente social de la especie humana, las ciudades se constituyen como lo que hasta ahora resulta la forma final de asentamiento, convivencia y organización de sociedades civilizadas.


La ciudad cambia los grados de permanencia y el modo en el que el hombre habita su mundo, la ciudad se presenta como el parteaguas entre la vida nómada y el sedentarismo. La ciudad también modifica la relación del hombre y el espacio, el cual en un principio simplemente se ocupa, pero que con las ciudades se conforma, se armoniza, se humaniza.

El sólo hablar del paso de los primeros modos de organización humana a la ciudad, merecería una obra completa, por tal motivo esbozaré brevemente este gran paso de la evolución. Primero debemos ubicar a la familia como la primera célula del vivir social. Cada familia cuenta con sus propios dioses domésticos, y en un principio esta religión hacía prácticamente imposible la unión de dos familias. Con el desarrollo de las ideas religiosas y gracias a la concepción de divinidades superiores a las domésticas es como se alcanza un nuevo nivel de organización: las fatrias, las cuales se formaban por la unión de familias que compartían un culto común. Cada fatria cuenta con su asamblea, deliberaciones, decretos, culto, sacerdocio, justicia y gobierno, y como apunta Coulanges, era una sociedad modelada exactamente sobre la familia. Tal y como sucedió con las familias en su momento se reúnen varias fatrias, lo que da paso a la tribu. Cada tribu cuenta con su divinidad protectora, cuya naturaleza es la misa que la de la familia y la fatria: un hombre o un antepasado divinizado, un héroe. La tribu cuenta con su asamblea, decretos, tribunal y derecho de justicia sobre sus miembros. Cuando se asocian varias tribus bajo la condición de que sus cultos individuales se respeten podemos decir que nace y se forma la ciudad.

La unión de las tribus pudo ser voluntaria, o bien, impuesta por el poder de un hombre, familia o tribu. Sin embargo, la formación de la ciudad no significó la desaparición de las tribus, puesto que subsistieron formando un cuerpo, tal y como si la ciudad no existiera; lo mismo sucede con los cultos y gobiernos pequeños, sobre los cuales se impusieron cultos y gobiernos comunes y de mayor tamaño.


Si bien he condensado en algunas líneas un gran paso evolutivo en la historia del hombre, esto servirá como un antecedente para evitarnos confusiones que nos llevaran a pensar que las ciudades aparecieron por generación espontánea; y si bien este esbozo es muy general, cabe aclarar que pretender realizar un estudio caso por caso del paso de la tribu y la aldea a las grandes ciudades, tomaría un tiempo considerable y saldría de los objetivos de la investigación, aspecto que en nada resta importancia al tema.

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